jueves, abril 1

Jesus take the wheel



Pensé en escribir un texto emulando todo lo Hitcock que fueron estas fechas hace un año atrás. Lamentablemente, como un patético karma, circunstancias hacen que pasen desapercibidas debido a las nuevas. Lo bueno, la Mala Crawford parece no haberlo recordado o tal vez, en sus silencios y omisiones, prefirió no emitir palabra para no aguarme los aún sobre veintiocho grados capitalinos.


Es semana santa. La del año del terremoto. Seguramente la reflexión de estos días debería estar enfocada como lo está todo los productos manipuladores colectivos. En los campanazos que oí de la misa del domingo, al señor predicador de oro y blanco retó a los feligreses-tenemos-un-ramito-en-las-manos al decir “Semana Santa no son vacaciones”. Obviamente, las palabras del pastor van para las ovejas que se les olvidan y caminan a la feria a comprar ensaladas picaditas en bolsitas.


Bueno, el asunto es que…para mí siguen siendo vacaciones, hasta que apague el compu luego del capítulo de Carrie&Friends la madrugada del lunes que viene.


Como sea. El asunto es que Jesus Take The Wheel.


Aprendí, después de un par de sinceros y poco pedidos lagrimones que cuando estás cayendo, te paras y te sigues cayendo…en verdá continuaste de pie todo el pie y mirabas fijo adónde caerías. Cuando caíste, preferiste no perder mayor tiempo mirando y tocándote los huesos quebrado, y al tiro llegó la conciencia de que debías pedir ayuda. Esa ayuda llegó por la modelo, que como buen niño, te llevó casi a tirones de oreja donde la Srta. Siempre Sonriente.


El mundo se redujo mucho, fue una invención donde Jesús había creado esos pequeños planetas llenos de verde, con mi morada y otros edificios. Donde el único habitante era yo y levantaba puentes mecano cuando realmente quería una visita. Valoras todo de nuevo, desde tomar tu medio litro de té mirando la nada hasta salirte de tu propia esfera de elucubraciones provocada por el vapor y continúas en lo tuyo. Porque todo es exclusivamente tuyo, y el resto, lo compartes y lo prestas, no lo das. Creo.


Como si se tratará de mejorar la caligrafía, parecías abducido siendo prolijo entre galletones de avena y compaginando libros de producción, ideas claras para que el sabio instructor dientes de conejo me hiciera un mejor discípulo y más maratones encontrando la información necesaria. Sopa sin sal que terminó gustándome en mi estadía en algo que no era recuperación en la clínica.


Jesús, tomó el volante en un momento que lamentablemente olvidé intentando entender el mapa en mi conducción a Cincinatti y mi celular estaba fuera del área de cobertura. Me encantaría recordar el momento exacto cuando el embriague dejó de estar bajo mi mando.


Sí, he saved me from the way. Pero, no era Jesús. Y hoy jueves no ha muerto, no resucitará el domingo y no me traerá algo de chocolate. Me trae sudor, lágrimas, sweeters, zapatillas y anteojos. Quizás nada comparado con el dulzor del cacao, pero es algo más satisfactorio y que estimula más a mis neuronas. Y lo más importante, éste sigue manejando y yo soy su copiloto.

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