domingo, octubre 18

Gracias a ti, Sarah


Sencillamente, fuiste tú. Sin bailarinas, sin escenario tecnológico, sin plataformas que te elevaban, sin columpios gigantes y sin pila enorme de cojines. Sólo fuiste tú.

Estremeciste mi interior cuando abriste con tus increíbles altos con Fleurs Du Mal. No reaccionaba que estaba escuchándote y viéndote. Después de aterrizar, no hubo motivo que me despegara la sonrisa y que mis labios no dejaran de modular la letra de tus temas.

Es cierto, no te aprecié de cerca. No pude ver el color de tu maquillaje, alguna arruga que las cirugías y el photoshop repelen, ni mucho menos el místico color de tus ojos. Lo que sí vi es tu deslumbrante figura a los 49 otoños; tu blanquísima piel; tu largo, oscuro y rizado cabello que daban paso a unas prominentes caderas y tu busto alzado. Como dijo la señora sentada a mi lado, eres “una sirena”.

Te cambiaste vestido cada tres canciones, y como es tu costumbre, dejaste un atuendo único para Nessun Dorma: la novia de tiara virginal. Fue fascinante verte infundada en el mítico vestido rojo de Symphony, el blanco de Pasión y el ajustado y brillante grisáceo de Arabian Nights. Era revivir aún más cada momento donde la saliva se me caía cuando observaba encantado tus presentaciones en el televisor de mi pieza.

Y obviamente, tu voz…tu voz. Sencillamente, vales mucho más que la soprano más vendida de todos los tiempos. Tu tono popular es tan dulce como cualquier caramelo fino y tu tono lírico es simplemente torrentoso como un río que arrastra. Es cierto, hace años que perdiste tu cima vocal, pero es notable que mantengas ese imperioso registro después de 40 años cantando. Te hiciste acompañar de una montada banda con muchos violines y hasta una fugaz mandolina, un pequeño coro y unas coristas. Notable saber que tu hermana Amelia hacía muchas de las segundas voces.

Fuiste completamente la estrella. Conquistaste totalmente al público al decir esas memorizadas oraciones en español en la bienvenida. Ni Aki ni Lima nos importó, siempre toda la atención cayó en tu pomposo personaje.

Fue una brillante idea no conocer el tracklist. Me deslumbraste con cada acorde y verso al inicio de cada canción. Cuando interpretaste Who Wants To Live Forever, me fue inevitable morir con una de las notas finales, aquella donde en Las Vegas cierras tus delineados ojos, como si la respiración te la llevarás en ello.

Al terminar Harem, no controlé la emoción y maullé un “Wooooooooooooooooooooooo” que incomodó a mis vecinos. Luego, mi cuerpo tiritó y mi corazón se exprimió cuando me sorprendiste con He Doesn’t See Me. En esta última sentí mis ojos humedecidos cuando cantabas “I haven’t that grace”.

Cuando interpretaste The Phantom Of The Opera y comenzaste con la vocalización final, no podía dar crédito a que realmente subías y subías en la escala. Miraba hacia todos lados pensando que no era yo el que presenciaba y oí tal sublimidad. Cuando terminaste, fue obvia la ovación exaltada de todo Movistar Arena. Fue la primera vez que nos paramos para aplaudirte, y no como lo esperabas al final de Nessun Dorma hace minutos atrás.

Tu público, fue aristocracia y siutiquería pura, además de muchos gays de diversas edades. Hasta me pareció ver desfilar a Mary Rose McGill en las primeras filas. Estoy seguro que ni el 90% de allí conocía más de tres temas tuyos, algo de tu carrera o tu vida. No obstante, doy por firmado que todos salieron creyendo que, mínimo los 18000 pesos de tribuna, fue absolutamente una buena inversión.

Hiciste creer a todos que te ibas luego de Time To Say Goodbye, pero entre la ola de aplausos, volviste para regalarnos (pienso que sólo a Chile) un coreado y aplaudido Deliver Me.

Finalmente, siendo fiel a tus conciertos, cerraste con A Question Of Honour. Con ese impecable juego de luces, entre miles de manos juntándose, hiciste decenas de ademanes de agradecimiento y saludos, para girar en ese vestido rojo y desaparecer de escena.

Sé que quizás nunca más te vuelva a ver o a escuchar. Espero equivocarme con unas ganas tremendas.

Sólo me resta decir, que gracias a ti Sarah por musicalizar mi vida y llenarme de emociones durante las 4 horas que estuve sentado ahí, por tu música y lo que envuelves de mi vida en ella.

Nuevamente, gracias Sarah.