sábado, septiembre 12

Tú-Yo In Chucherías


Dios. Hace semanas que quería escribir. Abulia desgraciada y poco sigilosa, no como Shakira.


Mucho tiempo atrás, hubo un momento en que por idea personal y motivación del protocolo correspondiente quise enviar las tarjetitas de agradecimiento y retribuir todos los globos multicolores con helio y todas las flores que recibí cuando estuve en ese cuarto de la clínica. Cuando terminaba de meter en ese pequeño sobre esa pequeña misiva, para mi hermana obviamente (la jerarquía rules), comenzaba a escribir la siguiente y en el instante que debía posar la punta del lápiz en el destinatario me detuve. Pensé. Ahí están las tarjetitas, en mi cajón de chucherías, como todo lo que hay ahí, quizás algún día las ocupe para volver a agradecer a mi hermana y a…los globos multicolores.


Cuando la señorita siempre linda, siempre piel perfecta, siempre lais, siempre abrigada, siempre sonriente, siempre que se ríe, siempre collar de piedritas que llama mi atención me preguntó: “¿por qué nadie?”. Después de eso, la señorita casi siempre ojos abiertos de impresión.


Y me importa un kilo de limones (en estos días regalados en las ferias) ―vaya a la feria a comprarlos para las lacrimógenas y el ceviche― ser algo más translúcido esta oportunidad.


La gran y poderosa Madame Circunstancias determinó que en su baile de máscaras, yo debía impresionarla con un solo de vals. Resultado: señorita siempre nice (representante de Madame Circunstancias) hoy toma té cada viernes a eso de las 2 p.m. en mi mesa y me recuerda los “fuertes” giros y piruetas que ejecuté en aquel baile realizado en el Salón Principal en el Palacio del Destino. Siempre termina riendo, tapando su boca con la servilleta de género, y me señala el mismo paraje: “tu cara de inseguridad contrastaba con la boquiabierta mueca de la Madame”. Yo en cambio, siempre con falsa modestia respondo: “no me esperaba los aplausos”.


El mejor regalo, y no por mi algo reciente cumple, llegó como en junio: la sensación del un acordado final de la codependencia. Así que, váyanse todos a bailar limbo con los haitianos.


No, en verdad no. Sigan en lo suyo, como lo hicieron/hacen/harán.


Obviamente, sigo sin entender esas discontinuidades y desvaríos bruscos y poco solventados vaivenes de las relaciones sociales. De esas personas que te mandan mensajes por algún canal virtual, que señalan/prometen juntas y muestran esa cara de desesperación por saber del otro y hacerse un tiempo en apretadas/vacías agendas donde uno no posee suficiente relevancia para concretarse, de esos que te hablan con tanta constancia y te siguen considerando el pozo ideal porque no gastas minutos hablando de ti, de esos que pelan amigos contigo y después te enteras de lovelies acercamientos entre ellos.


Recuerdo, hace como mes y medio atrás en una disco, alguien me indicó: “falta xyz persona”, sin filtro y sin pensarla se me escapó un pesado y certero “a mí no me falta nadie”. Wow. “Me has hecho falta” desapareció en la conjugación de verbos, pronombres y sustantivos hasta segundos atrás cuando lo acabó de teclear.


Poquitos días después, otra personilla me señalo algo así: “detesto tu autosuficiencia, siento que así no habrá espacio ni necesidad de mí”.


También me da por recordar esas promesas que suelo hacer con los ojos brillantes y pensando en que realmente será así, auspiciado por detergentes Encantador Futuro. Si hubiera cumplido aquellas palabras dadas, a ver…desde el 2006 viviría con dos niñas que les perdí el rastro cuando tenía 15, estaría bailando parte de un colectivo artístico de músicos independientes, tendría a tantas personas en mis hombros que debería vestir chaquetas como las de Lady GaGa, hubiera tirado y freído tantas cosas en algún local de comida rápida como parte de un trabajo part-time para solventar departamento con alguien, bailar Umbrella sobre una tumba, entre tantas cosas.


Carrie fue tan putamente sabia al señalar en un capítulo de la sexta temporada: “y está esa clase de citas q sabes nunca llegará”. La parafraseo para señalar: “y está esa clase de acciones que sabes nunca harás”.


Definitivamente a las personas nos gusta mentirnos y guardar apariencias. Sí, lo más seguro es que nos gusta mentirnos y nos gusta contar gente como apoyo. Ahora, también hay personas que gozan sacando y enumerando los pétalos de las flores. Así como hay otros, que guardamos esos pétalos arrancados en el cajón de chucherías y tanto stuff que tengo la esperanza ocuparé/puede servir un día. Si al final, la lovely esperanza de que todo resplandezca siempre existe.


¿Quién dijo que ya no me siguen brillando los ojos y que no sigo prometiendo?


Saludos cordiales, queridísimo lector.

P.D.: Si esto te parece pasado a caca, “bien por ti”. Equís De. Equis distancia.